Stanton Glantz, una figura de alto nivel en el control del tabaco, ha publicado una nueva entrada en su blog en la que afirma que los vapes «aumentan el daño» y no deben considerarse una herramienta de reducción de daños.
El post, titulado «Los cigarrillos electrónicos aumentan el daño a los fumadores, por lo que no deben promoverse como estrategia de reducción de daños (en 10 diapositivas)», sostiene que vapear no es mejor, y potencialmente peor, que fumar.
Sin embargo, no hay pruebas científicas que corroboren esta afirmación. Los estudios citados en el blog no demuestran que el vapeo aumente los daños para las personas que fuman, y ninguna revisión importante de pruebas ha concluido que los vapeadores sean tan nocivos o más que los cigarrillos.
Aquí examinamos cinco de las afirmaciones centrales de Glantz y evaluamos cómo se ajustan a la base de pruebas actual.
1. Afirmación: Los riesgos de los vapeadores son «similares a los de los cigarrillos».
Glantz afirma que «epi shows: ecig risks close to cigs», citando 107 estudios de población y afirmando «no detectable difference» in cardiovascular disease, stroke, metabolic dysfunction, asthma, COPD and oral disease between people who vape and people who smoke.
Esta no es una conclusión a la que hayan llegado las principales revisiones de pruebas. Los datos toxicológicos, biomarcadores y clínicos muestran sistemáticamente una
2. Afirmación: Los vapes se desarrollaron para «retener a los clientes», no para dejar de fumar
Glantz afirma que es un «mito» que los vapes se desarrollaran para ayudar a la gente a dejar de fumar, argumentando en su lugar que «los e-cigs fueron desarrollados en los años 90 por Philip Morris para retener a los clientes», citando documentos internos.
Pero esto pasa por alto el hecho de que el primer vapeador moderno de éxito comercial fue creado en 2003 por Hon Lik, un farmacéutico chino, que lo diseñó tras perder a su padre por un cáncer de pulmón. Su objetivo declarado era ofrecer una alternativa menos nociva al tabaco, y ese dispositivo impulsó el vapeo dirigido al consumidor tal como lo conocemos.
Aunque Philip Morris explorara una tecnología similar en los años 90, lo que importa ahora es cómo se utilizan los vapes actuales. Los dispositivos modernos están regulados, se utilizan ampliamente para dejar de fumar y están moldeados en gran medida por la innovación independiente. Citar los primeros prototipos de la industria no dice nada sobre las pruebas actuales de reducción de daños, y no debería utilizarse para descartarlas.
3. Afirmación: El doble uso «siempre es más arriesgado»
Glantz escribe que «el doble uso [es] siempre más arriesgado», y argumenta que, dado que «el doble uso [es] habitual», tenerlo en cuenta supone «un mayor riesgo para el usuario medio», incluso de enfermedades respiratorias y bucales.
Sin duda, el doble uso reduce los beneficios potenciales para la salud, y las directrices de salud pública dejan claro que es preferible el cambio completo. Pero su afirmación de que el doble uso convierte a los vaporizadores en un negativo neto para la reducción de daños no está respaldada por las pruebas que cita.
Muchas personas que acaban dejando de fumar por completo pasan por un periodo de doble consumo. La comparación relevante no es el consumo dual frente a la abstinencia, sino el consumo dual frente a seguir fumando exclusivamente.
4. Afirmación: Los datos del mundo real muestran «ninguna asociación con dejar de fumar»
Al hablar de los estudios de población, Glantz cita a Wang et al. y concluye que no existe «ninguna asociación con dejar de fumar» en el uso en el mundo real.
Ese encuadre omite el resto de la base de pruebas. Las mismas diapositivas reconocen que los ensayos controlados aleatorizados bajo «supervisión clínica» y «combinados con asesoramiento» consideran que los vapes son «mejores que la TSN», aunque añaden la afirmación de que «por cada ‘switcher’ aparecen de 1,9 a 3,7 usuarios duales» y «por tanto, aumenta el daño».
El paso de esos datos del ensayo a la conclusión de que el daño global es mayor no está demostrado por ningún estudio. Se basa en suposiciones sobre el doble uso y no en resultados sanitarios medidos.
5. Afirmación: «No hay razón para incluir los e-cigs» en la política
La diapositiva de Glantz afirma que «para muchas enfermedades los vapes [son] tan malos como fumar», que «hacen que la gente siga fumando y fomentan el doble uso» y que «los cigarrillos electrónicos aumentan, no reducen, los daños para los adultos».
La conclusión es que «no hay razón para dar cabida a los e-cigs o a la reducción de daños en ninguna ley, reglamento o directriz», incluidas las directrices del Convenio Marco para el Control del Tabaco.
Ninguna revisión sistemática ni grupo de directrices ha llegado a la conclusión de que los vaporizadores sean «tan malos como fumar» para los adultos que los cambian por completo, ni de que aumenten el daño general entre las personas que fuman.
La recomendación política de su blog no se basa en el consenso científico, sino que refleja su propia interpretación de estudios seleccionados.
La reducción de daños necesita hechos, no sólo afirmaciones
El mensaje principal de Glantz es que cree que los vaporizadores no reducen los daños y no deberían formar parte de la reducción de daños. Pero no ha aportado pruebas de que el vapeo aumente realmente los daños para los fumadores.
La mayoría de las investigaciones realizadas hasta la fecha apuntan en la dirección contraria: para los adultos que fuman, es probable que pasar completamente de los cigarrillos a los vaporizadores regulados reduzca, y no aumente, sus riesgos para la salud.
Esto no significa que el vapeo esté exento de riesgos, sobre todo para los jóvenes, pero sí que la política de reducción de daños debe basarse en las pruebas actuales. Las afirmaciones atrevidas sobre el «aumento de los daños», si no están respaldadas por una ciencia sólida, corren el riesgo de engañar tanto a los fumadores que buscan opciones más seguras como a los responsables políticos que regulan los productos de nicotina.
