- Dos semanas de vapear en lugar de fumar no empeoró los resultados de ninguna prueba cardíaca o pulmonar en personas con EPOC.
- La tensión arterial diastólica (la «cifra inferior») era más baja después de la fase de vapeo que después de la fase de tabaquismo.
- En las personas que realmente se dedicaron a vapear y dejaron los cigarrillos, mejoró una medida clave de la resistencia de las vías respiratorias en los pulmones.
- En general, los resultados sugieren que los vapes podrían ser una opción menos perjudicial que los cigarrillos para las personas con EPOC que no pueden o no quieren dejar la nicotina por completo.
Según un nuevo ensayo, pasar de fumar a vapear durante sólo dos semanas produjo mejoras apreciables en la presión arterial y la resistencia de las vías respiratorias de las personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Aunque los autores subrayan que se necesita investigación a más largo plazo, estos primeros resultados sugieren que sustituir los cigarrillos tradicionales por vapes puede ofrecer beneficios a corto plazo para las personas con EPOC que luchan por dejar de fumar.
El estudio, realizado en la Universidad de Vermont, se propuso comparar los efectos cardiopulmonares a corto plazo de fumar frente a vapear en condiciones estrictamente controladas.
Los investigadores querían determinar cómo afectan los vapes a «las personas con alto riesgo de seguir fumando, como las que padecen enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)» antes de recomendarlos como herramienta de reducción de daños.
Para ello, el equipo reclutó a 21 adultos de 40 años o más que padecían EPOC y fumaban al menos cinco cigarrillos al día. Cada participante completó dos fases de dos semanas ordenadas aleatoriamente: una en la que siguieron fumando sus cigarrillos habituales, y otra en la que se les pidió que dejaran de fumar por completo y utilizaran un dispositivo JUUL con cápsulas con sabor a tabaco proporcionado por el estudio.
Para asegurarse de que los participantes realmente dejaban de fumar durante la fase de vapeo, los investigadores utilizaron pruebas de aliento todos los días. Muchos participantes tuvieron éxito: catorce de los 21 fueron capaces de abstenerse de fumar en «al menos el 70% de los controles diarios de la fase del cigarrillo electrónico». Estos individuos, etiquetados como «adherentes», proporcionaron algunas de las pruebas más claras de los beneficios potenciales del cambio.
¿Qué mejoraba cuando los participantes vaporizaban en lugar de fumar?
La conclusión principal fue que «Ninguna medida cardiopulmonar empeoró tras dos semanas de uso exclusivo de cigarrillos electrónicos, en comparación con dos semanas de uso exclusivo de cigarrillos».
Esto por sí solo es digno de mención en una población con una función pulmonar comprometida. Pero el estudio también halló mejoras específicas:
- Mejoró la tensión arterial. Los investigadores informaron de un «efecto principal significativo de la fase sobre la PAD», mostrando que la presión arterial diastólica aumentaba tras la fase del cigarrillo en comparación con la fase del e-cigarrillo. Entre los adherentes, esta diferencia fue aún más pronunciada.
- La resistencia de las vías respiratorias mejoró, concretamente en las vías respiratorias centrales. Entre los adherentes, el estudio halló «una disminución significativa de la R19 en todas las fases», refiriéndose a la resistencia de las vías respiratorias medida a 19 Hz. Los autores señalan que «la puntuación z media de R19 tras la fase del cigarrillo electrónico (-1,9) fue inferior a la de la ingesta (-0,9)».
Es importante destacar que estas mejoras a corto plazo se produjeron sin signos de nuevos daños. La Declaración de Importancia Pública dice: «Ninguna medida cardiopulmonar empeoró.. Los cigarrillos electrónicos pueden ser una alternativa segura a los cigarrillos de combustible para los pacientes con EPOC.»
¿Por qué el vapeo puede producir estas mejoras?
Los cigarrillos tradicionales exponen los pulmones y el sistema cardiovascular a miles de sustancias químicas producidas por la combustión. Los investigadores señalan que pasar de la combustión a la administración en aerosol puede reducir la exposición a sustancias que elevan la tensión arterial o irritan las vías respiratorias.
También señalan que unos niveles más bajos de compuestos orgánicos volátiles en el aerosol del vape contribuyen «potencialmente» a reducir la resistencia de las vías respiratorias.
El papel de los incentivos y el riesgo de doble uso
Una parte importante de este estudio fue asegurarse de que los participantes sustituyeran realmente el vapeo por el tabaquismo, en lugar de hacer ambas cosas. Los autores abordan directamente este riesgo, afirmando que el «uso dual (uso simultáneo de ambos productos)» se asocia a peores resultados de salud que fumar o vapear solo.
Para promover la abstinencia total de cigarrillos durante la fase de vapeo, el estudio utilizó incentivos económicos. Esto funcionó bien para la mayoría de los participantes, aunque no para todos. Los autores escriben: «La mayoría de los participantes (14/21) pudieron abstenerse de fumar cigarrillos de combustión durante la fase del e-cigarrillo».
Pero también señalan que siete participantes no cumplieron los criterios de abstinencia, lo que sugiere que en el mundo real podrían ser necesarios mayores niveles de incentivo o un apoyo adicional.
Lo que nos dice -y lo que no nos dice- este estudio
Se trataba de un ensayo breve, y los autores son claros sobre la necesidad de investigaciones a más largo plazo. Advierten que «está justificado evaluar duraciones más largas de la sustitución por cigarrillos electrónicos para determinar su seguridad».
El estudio tampoco incluyó una fase en la que los participantes dejaran de fumar sin utilizar vapes, lo que deja abierta la cuestión de cuánta mejora se produce por el mero hecho de dejar de fumar.
Aun así, el diseño controlado y las mediciones diarias dan a este estudio una fuerza inusual. El ensayo demuestra que, a corto plazo, pasar totalmente de fumar a vapear no causó daños y puede haber producido beneficios cardiopulmonares mensurables.
Este artículo se basa en un manuscrito aceptado y publicado en Psicofarmacología Experimental y Clínica. El manuscrito puede diferir de la versión final registrada.
